Dermatología
raquelserrano
Mar, 11/01/2022 - 08:00
Manifestaciones más allá de la piel

Un buen número de pacientes con psoriasis cutánea manifiestan diferentes síntomas y signos reumatólógicos. GRÁFICOS: Gracia Pablos.
La psoriasis es una patología sistémica que afecta a entre el 2-3% de la población. Suele hacer acto de presencia entre los 15 y 35 años, aunque también afecta a niños y a personas de mayor edad.
Es una enfermedad inflamatoria del sistema inmunitario que normalmente se identifica en la piel. Sin embargo, pueden aparecer otras patologías, que por sí mismas existen, pero que se asocian con más frecuencia con la psoriasis y que se se consideran comorbilidades asociadas. Algunas de ellas están muy consolidadas y claramente establecidas y su presencia hace que el concepto de enfermedad psoriásica sea cada vez más sólido.
La lista de afectaciones relacionadas significa que, a pesar de que la psoriasis es, básicamente, un terreno del dermatólogo, son muchas las especialidades que se ven implicadas y que, por tanto, deben actuar de forma multidisciplinar y alertar, en ambos casos, de la presencia de psoriasis y de comorbilidades asociadas.
Se sabe, por ejemplo, que psoriasis y patología cardiovascular caminan en paralelo. Así, en el ámbito cardiovascular, la enfermedad ateroesclerótica, es decir la enfermedad coronaria, la cardiopatía isquémica y las enfermedades vascular y cerebrovascular son algunas de patologías en las que se ha detectado una asociación más frecuente con psoriasis.
Elevada prevalencia de ECV, infarto e ictus
“Los pacientes con psoriasis presentan mayor prevalencia de factores de riesgo cardiovascular”, indica María Rosa Fernández Olmo, presidenta electa de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), quien explica que, según los registros publicados, los pacientes con psoriasis presentan “un 50% más probabilidad de padecer enfermedad cardiovascular; un 60% más de padecer un infarto agudo de miocardio y un 40% más de padecer un ictus”.
Además, los pacientes con psoriasis tienen mayor probabilidad de desarrollar HTA, dislipemia, diabetes, e incluso con peor pronóstico.
El nexo de unión entre ambas enfermedades es la disfunción endotelial debido a la inflación que se produce en las enfermedades sistémicas, concretamente en la psoriasis. “Existen varios registros y un metaanálisis que pone de manifiesto la relación entre la psoriasis y la enfermedad cardiovascular, pero necesitamos estudios bien diseñados para estudiar con más profundidad la relación”, explica la cardióloga.
Sobre cómo puede advertir el cardiólogo esta relación patológica, Fernández Olmo, subraya que la sospecha de enfermedad cardiovascular debe ser igual que en el resto de los pacientes: “por los síntomas. Pero, hay que tener en cuenta que el paciente con psoriasis tiene un mayor riesgo y debe ser considerado cuando se valora dicha sintomatología”.
En este sentido, considera que las recomendaciones más adecuadas “son las de recoger en la historia clínica de nuestros pacientes la presencia o no de enfermedades sistémicas, concretamente la psoriasis, considerándola como un modificador del riesgo cardiovascular, generalmente, aumentándolo. Igualmente, se deben identificar los factores de riesgo cardiovascular –diabetes, HTA, dislipemia, obesidad, entre otros-, concomitantes y tratarlos. El fin es tratar la propia enfermedad, con el objetivo añadido de mejorar el pronóstico cardiovascular”.
Mecanismos compartidos en reumatología
La afectación reumatológica es, tal vez, otra de las comorbilidades más conocidas. Un buen número de pacientes con psoriasis cutánea manifiestan diferentes síntomas y signos reumatólógicos y, en algunos casos, la patología reumática precede a la afectación de la piel.
Para Delia Reina Sanz, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER) y jefa del Servicio de Reumatología del Hospital de San Joan Despí Moises Broggi, de Barcelona, las diferentes enfermedades inmunomediadas comparten mecanismos etiopatogénicos. Por ello, un paciente puede presentar psoriasis, entesitis, colitis ulcerosa u otra patología de forma simultánea o a lo largo de su vida. El orden de presentación de estas entidades puede ser variable, pero “lo cierto es que lo más frecuente en la artritis psoriásica (APs) es que primero aparezca la psoriasis y luego se añada la afectación articular, en cualquiera de sus formas”.
Cuando sucede lo contrario, menos frecuentemente, y aparece primero la artritis antes que las manifestaciones cutáneas puede aparecer la psoriasis al cabo de los años. “Tal y como hemos comentado, las personas con artritis psoriásica pueden ser pacientes que no tengan psoriasis, pero para poderlos clasificar es necesario que la hayan tenido en el pasado o que tengan antecedentes familiares de primer grado con esta patología cutánea”, aclara Reina, quien recuerda que entre los síntomas fuera de la afectación articular destacan, además de la psoriasis cutánea, la afectación intestinal y la afectación ocular.
Se sabe que estas entidades comparten mecanismos etiopatogénicos y en consecuencia expresiones clínicas y un mismo amplio arsenal terapéutico. “En general no se conoce la causa exacta de estas enfermedades, pero se sabe que se desencadenan por causas ambientales que actúan sobre individuos genéticamente predispuestos”.
La artritis psoriásica, la más frecuente
No obstante, y a pesar de no estar esclarecidas las causa exacta ni todas las bases implicadas en la patogenia de estas enfermedades, Reina indica que parece que “la activación de las respuestas inmunitarias mediadas por linfocitos Th1 y Th17 participan en el desencadenamiento y perpetuación de las mismas. Se sabe que algunos pacientes con psoriasis con ciertas formas de la misma, como por ejemplo los que tienen afectación de las uñas, pueden tener mayor riesgo de desarrollar artritis”.
Según esta profesional, la enfermedad reumatológica asociada a la psoriasis es la artritis psoriásica (APs). “Es una única enfermedad, crónica, que evoluciona de manera irregular a lo largo de la vida, pero tiene ‘muchas caras’”.
Los expertos definen diferentes formas de aparición de la enfermedad, por lo que los pacientes con artritis psoriásica pueden presentar síntomas muy diversos entre sí. “Es una entidad incluida dentro de un grupo de entidades llamadas espondiloartritis, junto a la espondilitis anquilosante, la artritis reactiva o la artritis asociada a la enfermedad inflamatoria intestinal”, señala.
La forma más común de la artritis psoriásica es la que afecta a las articulaciones ocasionando artritis. “Es esta expresión clínica posiblemente la más conocida, por ser la más frecuente. Puede afectar a menos de cuatro articulaciones, siendo una forma oligoarticular, típicamente asimétrica, o puede afectar a más de cuatro articulaciones ocasionando una poliartritis pudiendo ser entonces más invalidante y clínicamente parecida a la artritis reumatoide”.
Existe también una forma de artritis que afecta principalmente a las interfalángicas distales (IFD) de las manos, “una forma de artritis mutilante, poco frecuente aunque destructiva y deformante”.
Finalmente, puede aparecer una forma axial de la enfermedad que afecta a la columna como en la espondilitis anquilosante. “En este caso el paciente tiene dolor axial inflamatorio, es decir, un dolor que típicamente empeora con el reposo, mejora con el movimiento y puede llegar a interrumpir el descanso nocturno y conllevar una importante rigidez matutina axial”, explica la portavoz de la SER quien recuerda que fueron, en 1973, Moll y Wright quienes definieron estos cinco patrones clínicos generales “que no tienen por qué ser permanentes en el tiempo en un mismo paciente”.
'Faros vigía' de la detección precoz
Además, es muy característica de la artritis psoriásica la afectación de las entesis, que “si afecta a zonas de carga, como la entesis aquílea, puede provocar en el paciente una impotencia funcional severa. También es muy característico que pueda existir afectación de los tendones, que al inflamarse, provocan los llamados ‘dedos en salchicha’ o dactilitis”.
Los datos que aporta Reina sobre volumen de personas con estas patologías reumáticas inflamatorias que presentan psoriasis, y viceversa, ponen de manifiesto que la artritis psoriásica afecta a un 5-30% de los individuos con psoriasis. “Casi en todos los pacientes aparece la enfermedad articular después del diagnóstico de psoriasis, pero desde hace algún tiempo, y gracias a los criterios CASPAR de clasificación de la artritis psoriásica, se puede diagnosticar a un paciente de artritis sin psoriasis”.
Según el estudio de prevalencia de las enfermedades reumáticas en la población adulta española (EPISER 2016), la prevalencia de la artritis psoriásica es del del 0,6%.
Teniendo en cuenta que en los pacientes con psoriasis, la artritis psoriásica presenta una prevalencia elevada, pudiendo afectar a un 5-30% de los afectados, y que la prevalencia de la psoriasis en la población general es del 1-2%, la especialistas subraya que no se puede hablar de enfermedades raras. Así, el reumatólogo también puede ser un buen ‘faro vigía’ en la detección temprana de esta enfermedad sistémica.
“Normalmente, al reumatólogo le llega a la consulta el paciente con psoriasis cutánea para valorar si tiene o no artritis. En estos casos, con la anamnesis y algunas pruebas de laboratorio y de imagen, es relativamente sencillo realizar o descartar el diagnóstico de artritis psoriásica. Es, sin embargo, en la consulta del dermatólogo donde es un reto conseguir detectar aquellos pacientes con psoriasis que pueden estar desarrollando una artritis”.
En este sentido, explica que existen cuestionarios de cribado para ello, pero “estamos todavía lejos de realizar un diagnóstico a tiempo y los pacientes se diagnostican de artritis psoriásica al cabo de años de haber iniciado una sintomatología compatible”.
A su juicio, algunos síntomas típicos cuya aparición debe hacer sospechar una artritis psoriásica son: el dolor o hinchazón de una o más articulaciones, que haría pensar en una artritis; el dolor o hinchazón de las entesis, que podría ser síntoma de entesitis; la hinchazón de los dedos de las manos o pies como si fuesen ‘dedos en salchicha’, que haría pensar en dactilitis; el dolor de espalda o de la región de las sacroilíacas, de características inflamatorias, que sería sugestivo de afectación de la columna o de las articulaciones sacroilíacas y, finalmente, la presencia de psoriasis en piel o uñas.
Informar al paciente es clave
“Es muy importante empezar por informar a los pacientes con psoriasis que tienen posibilidad a lo largo de su vida de desarrollar una artritis”, señala la reumatóloga como una de las actuaciones y recomendaciones más adecuadas para las personas que presentan psoriasis, sin olvidar el dar a conocer las principales características clínicas de la artritis psoriásica entre los dermatólogos y los médicos de familia, para “detectar a aquellos pacientes que deben ser derivados al reumatólogo. Si acortamos el tiempo hasta el diagnóstico, mejoraremos el pronóstico de estos pacientes ofreciendo el tratamiento más adecuado de forma más temprana”.
La reumatóloga considera además que es importante que se conozca que en España existen consultas conjuntas de especialistas dermatólogos y reumatólogos cuya finalidad es “aclarar dudas en el diagnóstico, hacer una detección precoz de artritis psoriásica y consensuar el tratamiento más adecuado en cada paciente”.
El nexo entre patología digestiva y psoriasis
La evidencia científica disponible indica que la psoriasis se asocia a una mayor incidencia de Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) -enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa-, enfermedad celíaca y enfermedad de hígado graso no alcohólico (EHGNA).
Existen múltiples estudios nacionales e internacionales que han estudiado la relación entre las enfermedades digestivas y la psoriasis y estudios epidemiológicos de prevalencia. Por ejemplo, el Grupo Español de Trabajo de Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa (GETECCU) publicó en 2016 un estudio nacional de incidencia y características de psoriasis inducido por antiTNF en la población española con EII, basado en su registro nacional Eneida.
Según Ana Gutiérrez Casbas, jefa Sección de Medicina Digestiva Hospital General Universitario de Alicante y vicepresidenta del Grupo Español de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa (GETECCU), en el caso los pacientes con psoriasis “la incidencia de hígado grado no alcohólico (EHGNA) es el doble que la de la población general. Además, se sabe que la EHGNA se asocia a una mayor gravedad de la psoriasis y a un mayor riesgo de afectación articular y, viceversa: los pacientes con psoriasis y EHGNA son más propensos a desarrollar fibrosis hepática que los que no tienen psoriasis”.
Según sus datos, el riesgo relativo de enfermedad celíaca es de 2 en pacientes con psoriasis. Además, los pacientes con celiaquía tienen un riesgo de 1,8 de presentar psoriasis.
“La prevalencia de la psoriasis en pacientes con EII también está aumentada, más en pacientes con enfermedad de Crohn que en los pacientes con colitis ulcerosa, con cifras que señalan que esta prevalencia sería de un 2 a 9%, siendo el riesgo de padecer psoriasis 7 veces mayor que en sujetos controles. Finalmente disponemos de evidencia de que el riesgo relativo de presentar enfermedad de Crohn para un paciente con psoriasis es de 3”, indica la especialista.
Sobre los mecanismos etiopatogénicos que unen estas enfermedades digestivas con la psoriasis, Gutiérrez Casbas apunta a comparten factores de riesgo comunes, como la predisposición genética con genes comunes asociados en la EII.
La inflamación crónica, un invitado de honor
Además de los genes comunes, ambas enfermedades comparten fisiopatológicamente vías inflamatorias que implican a los linfocitos T1 y a la producción de citocinas proinflamatorias.
“Es importante reseñar que además de la coexistencia de ambas enfermedades, los pacientes con EII tratados especialmente con fármacos antiTNF pueden desarrollar un tipo especial de psoriasis inducido por estas terapias; se denomina psoriasis paradójico que afecta al 5% de los tratados y cuyo manejo puede implicar en algunos caso la suspensión de este tratamiento”.
En el caso del hígado graso no alcohólico y la psoriasis, las dos entidades comparten en su fisiopatología la inflamación crónica - con una disrregulación entre las citocinas pro y antiinflamatorias-, el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina.
“Además el síndrome metabólico es de mayor gravedad cuando el paciente padece hígado graso y psoriasis conjuntamente”, incide la experta. Otros factores de riesgo que se han implicado en el hígado graso no alcohólico en pacientes con psoriasis pueden ser el déficit de vitamina D o el uso de fármacos hepatotóxicos como puede ser el metotrexate o los corticoides.
Respecto a la celiaquía y la psoriasis el nexo entre ambas tiene evidencias serológicas y epidemiológicas. “Es frecuente la presencia de acs de celiaquía en pacientes con psoriasis (ac antiendomisio, antigliadina y antitransglutaminasa). Hay datos de mayor prevalencia de enfermedad celíaca en pacientes con psoriasis que en la población general y se ha visto que la gravedad de la psoriasis se relaciona con el nivel de acs en pacientes con ambas enfermedades”.
Existen casos concretos en que los pacientes pueden presentar, por ejemplo, manifestaciones articulares, como la artritis psoriásica, antes de la aparición de las lesiones cutáneas de psoriasis.
Sin embargo, el diagnóstico de psoriasis en un paciente con enfermedades digestivas asociadas (hígado graso no alcohólico, Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) o celiaquía) requiere de la aparición de lesiones dermatológicas, según Gutiérrez Casbas, quien explica que “se ha de tener en cuenta que los pacientes con EII pueden presentar otras manifestaciones cutáneas extraintestinales tales como el eritema nodoso o el pioderma gangrenoso, claramente diferentes al psoriasus. En el caso de los pacientes celíacos, un 25% pueden tener dermatitis herpetiforme, lesión cutánea no descamativa a diferencia de la psoriasis”.
La alerta y la derivación
Existen ciertos signos que pueden alertar al especialista en Digestivo que puede estar ante un paciente con enfermedad psoriásica. Así, la aparición de lesiones cutáneas, especialmente en gotas, placas, pruriginosas o descamativas “deben implicar la derivación a Dermatología con el fin de confirmar el diagnóstico y efectuar un manejo conjunto adecuado del paciente entre gastroenterólogos y dermatólogos de ambas comorbilidades”.
Una vez confirmados los diagnósticos, el abordaje más adecuado respecto al tratamiento del paciente con enfermedad por hígado graso no alcohólico y psoriasis, debe centrarse, en primer lugar, en recomendaciones generales: perder peso, realizar ejercicio físico y evitar las bebidas alcohólicas y las edulcoradas con fructosa, las grasas saturadas, así como mantener la vitamina D en niveles normales.
“Si el paciente mantiene transaminasas normales y no hay esteatosis en la ecografía no es necesario remitirlo al hepatológo desde Dermatología, aunque se recomienda efectuar control analítico y ecografía abdominal cada 3 años. Si el paciente con psoriasis tiene alteración de la analítica hepática o esteatosis ecográfica sí se debe derivar al hepatólogo”.
A su juicio, la actuación adecuada desde Dermatología para el resto de patologías sería referir al gastroenterólogo a pacientes con diarrea crónica, esteatorrea, dolor abdominal recurrente, rectorragia, hinchazón abdominal, anemia ferropénica, alteración de la bioquímica hepática o retraso en el crecimiento con el fin de descartar Enfermedad Inflamatoria Intestinal o enfermedad celíaca. En el caso de la aparición de lesiones cutáneas sospechosas es el gastroenterólogo el que ha de referir al paciente a Dermatología”.
Concluye Gutiérrez Casbas haciendo hincapié en que en el manejo, es fundamental la coordinación entre el dermatólogo y el gastroenterólogo a la hora de la selección de la terapia para la psoriasis en todos los casos. En el caso de la EII con la selección de fármacos que puedan controlar ambas enfermedades, como pueden ser los antiTNF o el metotrexate en el caso de la enfermedad de Crohn.
Justifica la necesidad de colaboración en que “se han descritos algunos casos de EII que han empeorado o debutado tras terapias con inhibición de la IL-17 para el tratamiento de la psoriasis. Sin embargo, este tipo de terapia podría disminuir la inflamación en el hígado graso. Todo ello resalta la importancia de la coordinación y manejo multidisciplinar en pacientes con enfermedades inmunomediadas”.
La psoriasis llega a otras zonas del organismo: sistema cardiovascular, digestivo y reumatológico. Un abordaje multidisciplinar asegura diagnósticos y terapias adecuadas.
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Raquel Serrano
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