HematologÃa y Hemoterapia
soniamoreno
Mar, 07/12/2021 - 08:00
'Diana', la revista de las Terapias Avanzadas

Zaida y Silvia son dos personas que han vivido en primera persona lo que supone contar con tratamientos avanzados como la terapia CAR-T.
Zaida RodrÃguez, estudiante de en fermerÃa, no le resultó extraño su diagnóstico de linfoma, incluso lo llegó a sospechar antes de que se lo confirmaran. En cambio, para Silvia GarcÃa, una joven madre ajena al mundo sanitario, esta enfermedad hematológica no le sonaba de nada ni la relacionaba con el cáncer. Lo que ninguna de las dos sabÃa en el momento de su diagnóstico es que acabarÃan recibiendo una inmunoterapia celular de vanguardia que consiste en utilizar sus propias células. Probablemente, sus médicos les explicaron con palabras más o menos parecidas que los linfocitos T del paciente se extraen para modificarlos genéticamente en un laboratorio donde se les añade un receptor de antÃgeno quimérico (CAR, en inglés). Casi seguro que recurrieron a algún sÃmil bélico al exponer cómo las recién armadas células CAR-T se introducen en el enfermo para que reconozcan y destruyan a las células malignas. Por algo la terapia CAR-T es un arma más de la que disponen los hematólogos para luchar contra ciertas enfermedades y, al decir de estos especialistas, han supuesto un cambio de paradigma en algunos tipos de leucemia y de linfoma. Asà ha ocurrido en el tipo de linfoma no Hodgkin que tenÃan Silvia y Zaida, y del que ambas hablan hoy en pasado.
La historia desde el otro lado
Las dos pacientes son el rostro (y la voz) del éxito de una terapia que los médicos suelen medir en porcentajes. Su relato puede servir a los médicos para conocer el otro lado de historias en las que participan cada dÃa. Los pacientes que reciben la terapia avanzada pueden ser muy diferentes, pero tienen en común enfrentarse a lo desconocido, rodeados de una jerga que no suelen entender bien y tras haber atravesado algunas lÃneas de tratamiento que a menudo les dejan exhaustos y desanimados.
Por ello, conocer la experiencia de la terapia de primera mano es una gran ayuda. Asà lo ve Silvia: “Me faltó conocer a alguien que hubiera pasado por este tratamiento [CAR-T] y me lo contara con detalle. Eché de menos contactar con un paciente que me explicara en primera persona los pasos que yo iba a tener que darâ€. Alguien que le contara, sin ir más lejos, que las células CAR-T “huelen a berberechoâ€, recuerda quitando hierro a lo que ha vivido.
La primera vez que esta salmantina escuchó lo que era la terapia CAR-T fue meses antes de que se la ofrecieran para intentar atajar su enfermedad. Estaba en el hospital recibiendo uno de los seis ciclos de quimioterapia por un linfoma B difuso de células grandes que le acababan de encontrar. En la planta de HematologÃa del Hospital Universitario de Salamanca oÃa a otros pacientes referirse al TAMO [acrónimo de Trasplante Autólogo de Médula Ósea], una zona “al final del pasilloâ€, donde los enfermos se encontraban aislados totalmente. “Entonces no pensaba que terminarÃa allÃâ€, cuenta.

Silvia GarcÃa, paciente con linfoma tratada con CAR-T en el Hospital Universitario de Salamanca. (FOTO: Araba Press).
Rodeada de extraños términos médicos, rememora que entonces escuchó a algunos pacientes y a sus familiares que “venÃan del TAMO†referirse a una nueva terapia “muy prometedoraâ€; comentaban que se asociaba a una buena expectativa de curación.
Y de pronto un dÃa se la estaban ofreciendo a ella. Silvia habÃa sido diagnosticada con un linfoma “de rápido crecimiento†en verano de 2019. Poco antes del cumpleaños de su hija, un compañero de trabajo insistió en que fuera al hospital. “Llevaba un tiempo sintiéndome muy cansada -lo que achacaba al ritmo del trabajo y de la casa-, pero también me levantaba con la cara muy hinchada (luego se me pasaba), me dolÃa la espalda y a veces me costaba respirarâ€.
En Urgencias, los médicos constataron en una radiografÃa la presencia de una masa de 13x10 centÃmetros (“como una patataâ€) en el mediastino. “Me dijeron que tenÃa que quedar ingresada. En ese momento no me asusté, creo que no era consciente de lo que estaba pasandoâ€.
A sus 38 años, la vida le dio un vuelco. “No estoy acostumbrada a estar enferma ni a los hospitales. Mi único ingreso ha sido por el embarazo, y de pronto me veo ingresada y me dicen que tengo un linfoma. Lo cierto es que no tenÃa ni idea de qué era, y en ese momento no lo asocié al cáncer, porque me estaban hablando hematólogos. Desde el primer momento me tranquilizaron explicándome que tenÃa varias opciones de tratamiento y que, si fallaba uno, podÃan recurrir a otros; transmitÃan que habÃa esperanza de curaciónâ€.
El tratamiento inicial consistió en quimioterapia. “Mi primera pregunta fue si se me caerÃa el pelo. No es que me importara mucho, pero casi lo pregunté por un acto reflejo, porque me encontraba en shockâ€. En realidad, reconoce Silvia, casi pensaba más en cómo iba a explicarle a su hija que tenÃa que pasar su tercer cumpleaños en el hospital.
La quimioterapia se administró a largo de seis ciclos, que recibÃa durante unas 24 horas en el hospital; luego descansaba en casa unas semanas hasta el siguiente. “En general, los toleré bastante bien. Estaba cansada y perdà el pelo, pero intentaba hacer una vida lo más normal posible en los periodos de descanso. El peor ciclo fue el sexto, tras el cual tuvieron que ingresarme por una infección intestinal, que me dejó bastante tocadaâ€. Ya sabÃa de esa alta probabilidad de sufrir infecciones que la obligaba, de hecho, a llevar mascarilla. “Me daba muchÃsima vergüenzaâ€, dice sobre un tiempo prepandémico que nos parece muy lejano. “Cuando entraba en el supermercado, por ejemplo, todo el mundo se me quedaba mirandoâ€.
La peor cara de la quimioterapia
El linfoma respondió bien a la quimioterapia. Se habÃa quedado en un centÃmetro y ahora tocaba tratarlo con radioterapia. Por desgracia, en las pruebas previas los especialistas observaron que habÃa vuelto a crecer, y ya medÃa cinco centÃmetros. “Recuerdo que estaba comprando una mañana y me llamó mi médica para decirme que tenÃa que ingresar esa misma tarde. Solo podÃa pensar en cómo organizarme con la niña. Por suerte, tengo mucho apoyo familiar: mi marido, mis padres, mi hermana: todos se han volcado conmigoâ€, enumera Silvia. “Aunque puede sonar raro†asegura que en todo momento ha preferido ser ella la enferma. “Creo que lo hubiera pasado peor viendo a alguien de mi familia pasando por esto a haberlo vivido yoâ€.
En ese ingreso recibió otros dos ciclos quimioterapia. Si fracasaban, le dijeron los médicos, podrÃan recurrir a la terapia CAR-T. “Mi sensación era que la quimioterapia no iba a funcionar; lo cierto es que los ciclos fueron espantosos, estuve fatal. Y sufrÃa mucho con la niña, porque no podÃa atenderla de lo mal que me encontraba. Para mà eso ha sido lo peor de todo mi tratamientoâ€.
Y llegó la pandemia
Los ciclos apenas lograron reducir el linfoma, que por entonces medÃa unos cuatro centÃmetros. Asà que empezaron a prepararla para administrar las células CAR. Era febrero de 2020. La pandemia causada por un nuevo virus empezaba a proyectarse hacia Europa. Pero aún no habÃa llegado a España, y Silvia pudo someterse con normalidad a la aféresis; sus linfocitos viajaron en avión a Estados Unidos para que el laboratorio farmacéutico modificara las células genéticamente.
“Me explicaron todo el proceso y los posibles efectos secundarios; sobre todo hicieron hincapié en que si aparecÃa el peor efecto adverso, tendrÃan que ingresarme en la unidad de cuidados intensivos (UCI). Aunque también me recordaban que, de todos los pacientes que habÃan tratado hasta el momento con las CAR-T, no habÃan tenido que llevar a nadie a vigilancia intensivaâ€.

Silvia, durante su tratamiento.
Durante la aféresis, Silvia se sentÃa como si hubiese corrido varios kilómetros: algo esperable cuando la sangre sale y entra en el cuerpo varias veces. La infusión de las células, una vez modificadas, estaba programada para el mes de abril. Era difÃcil imaginar cómo estarÃa todo el paÃs para entonces. “Cuando nos confinaron, empecé a recibir cancelaciones de las pruebas médicas que necesitaba hacerme antes de la infusión de las CAR-T. Mi médica me llamó para explicarme que de momento no podÃan seguir adelante con el tratamiento, pues mi riesgo por el coronavirus era extremo. Además, habÃa muchos pacientes con covid en la UCI, lo que me pondrÃa también en peligro si tuvieran que ingresarme. Una noticia positiva era que las células habÃan llegado, a pesar de todas las restricciones de movilidad de esos primeros momentos de pandemia. Estaban congeladas en el hospital, esperándomeâ€.
El que no esperaba era el linfoma: seguÃa avanzando; apareció incluso de forma subcutánea, localizado en la zona de la clavÃcula. Los médicos de Silvia recurrieron a una terapia puente con inmunoterapia. “Al terminar el confinamiento, pudimos retomar el tratamiento con las CAR-T, con todas las precauciones. Entonces sÃ, me ingresaron en el TAMO, sin visitas ni poder salir. Fue duro, porque terminaba el confinamiento y me metÃa en otroâ€.
Un curioso olor a berberecho
En junio, finalmente le infundieron las células. HabÃa cierta expectación por ser una terapia relativamente nueva, algo que se respiraba incluso entre el propio personal del hospital. “Estaban mis doctores, también un especialista de Farmacia Hospitalaria y algunas enfermeras. El poceso de la infusión apenas duró cinco minutos. Lo que más llamó la atención fue el olor a berberechosâ€. [Como bien saben los hematólogos, cualquier producto celular criopreservado (como las células hematopoyéticas, células CAR-T, células mesenquimales) se congelan en una solución que contiene un 10% de dimetil-sulfóxido (DMSO), que es el componente que desprende ese olor a berberecho que notan los pacientes o cualquiera que entra en la habitación durante unas horas].
“En mi caso la terapia fue como se esperaba: tuve algo de fiebre, pero nada preocupante. La neuróloga estaba pendiente de mà por los posibles efectos adversos; todos los dÃas me sometÃa a unas pruebas para controlarme. En realidad, lo pasé mucho peor con los últimos ciclos de la quimioterapia que con las CAR-Tâ€. No solo las toleró bien, sino que además resultaron eficaces. El PET realizado al mes de la infusión mostró remisión completa, un resultado que se mantuvo a los seis meses.
Más de un año después de recibir este tratamiento, Silvia ya luce melena y se encuentra mejor fÃsicamente, si bien continúa haciéndose revisiones periódicas y tomando tratamiento profiláctico frente a potenciales infecciones. Además de la vacuna contra la covid (tres pinchazos, porque dos dosis no bastaron para generar anticuerpos) también está recibiendo todas las vacunas del calendario pediátrico. Tanto ella como su familia se están recuperando del impacto emocional y psicológico por el que han pasado. “Ahora estoy asimilándolo todo. Creo que tengo algo parecido a estrés postraumáticoâ€, y admite que es en estos momentos cuando necesita el apoyo psicológico que durante el proceso no solicitó. “Por suerte, en Ascol [Asociación contra la leucemia y enfermedades de la sangre, con sede en Salamanca] nos facilitan ayuda en este terrenoâ€, destaca. Solo tiene buenas palabras para el equipo de profesionales del hospital: “Todos me han hecho sentir que estaba en buenas manos, pasara lo que pasara con los tratamientos. Han sido maravillososâ€.
Silvia es de momento la paciente más joven tratada en el Hospital Universitario de Salamanca. Su caso casi ha tenido lugar en paralelo con el de Zaida RodrÃguez. Esta veinteañera canaria acababa de empezar la carrera de EnfermerÃa en Fuerteventura cuando recibió el diagnóstico.
HacÃa tiempo que sentÃa un dolor en la espalda muy fuerte. Un dÃa se acostó y no pudo volver a ponerse de pie. Su padre la llevó al hospital, donde le hicieron todo tipo de pruebas.
Desde la habitación donde permanecÃa ingresada, escuchaba a los médicos hablar. Comentaban que tenÃa una masa en la columna vertebral con todos los indicios de ser un linfoma. “No es posibleâ€, les oÃa decir, “una chica tan joven…â€. Pero, de alguna manera, ella ya se lo esperaba. En enero de ese año (era 2019), le habÃa salido un bulto en el cuello que, al cabo de poco, desapareció. Un ganglio inflamado debido a una infección, pensaron entonces. “No quise darle vueltas, pero tenÃa la sensación de que algo no iba bienâ€.

Zaida, durante su tratamiento.
La evacuaron de urgencia al Hospital Insular de Gran Canaria, donde le confirmaron la sospecha: la masa de la columna y otra que se localizaba en el mediastino se debÃan efectivamente a un linfoma. “Cuando me dieron el diagnóstico, en parte me sentà aliviada: siempre es peor la incertidumbre, por lo menos podrÃan tratarloâ€, cuenta. “Lo que no esperaba era que, de todos los tipos de linfoma, iba a tener el peorâ€. Cuenta los detalles de su enfermedad con una entereza y serenidad que impresionan en una chica tan joven. “Nunca sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opciónâ€, admite. Al igual que Silvia, Zaida se enfrentaba a un linfoma B difuso de células grandes. También tras varios intentos con quimioterapia, el linfoma seguÃa avanzando y se habÃa extendido al hÃgado y a los ovarios.
Fue entonces cuando le hablaron de las células CAR-T. “Me dijeron que era un tratamiento muy novedoso y que tenÃa que hacerme unas pruebas para ver si era apta para recibirlo. Tener esa posibilidad me devolvió la esperanzaâ€. El Hospital Universitario Doctor NegrÃn, de Las Palmas de Gran Canaria, es uno de los nueve hospitales de adultos en toda España designados por el Ministerio de Sanidad para administrar esta terapia.
Los propios profesionales del centro pelearon por contar con el tratamiento para evitar el desplazamiento de los enfermos a la PenÃnsula. El pulso con el Ministerio fue intenso, pero disponÃan de un buen argumentario: la clara voluntad del gobierno canario, dispuesto a dotar de los recursos e inversiones necesarios; la excelencia de la hematologÃa canaria en el manejo de estas enfermedades, y el compromiso de la compañÃa, en ese momento, Gilead, para colaborar con todas las partes.
En agosto trataron al primer paciente. Zaida fue la tercera; también la más joven del hospital. Explica que para los médicos la decisión no resultó fácil: cuando se habÃa seleccionado para la terapia, empezó a empeorar rápidamente y tuvo que ingresar en la UCI; allà le extrajeron las células.

Zaida RodrÃguez, paciente con linfoma tratada con terapia CAR-T en el Hospital Dr. NegrÃn de Las Palmas de Gran Canaria. (FOTO: Antonio Heredia).
De no tener un centro preparado para administrarlas en el archipiélago, el traslado a la PenÃnsula, tanto para la aféresis como para la infusión, podrÃa comprometer la vida de determinados enfermos, como Zaida. Vivir todo ese proceso fuera de las Islas, además en tiempo de pandemia, habrÃa añadido más desazón a esos meses. “Sobre todo pienso que para mis padres habrÃa sido muy duroâ€.
La fecha en que le infundieron las células tiene un significado muy especial, pues era el cumpleaños de su abuelo, fallecido recientemente. “Fue un regalo que él me envióâ€, afirma.
Por suerte, toleró muy bien la terapia. Permaneció ingresada casi veinte dÃas, durante los cuales le controlaban cada pocas horas la posible aparición de efectos adversos neurológicos. “Me dijeron que podÃa sentirme desorientada o decir tonterÃas, por eso todos los dÃas me hacÃan pruebas básicas, como preguntarme el dÃa que era o que apuntara una frase, pero no nunca tuve ningún sÃntomaâ€.
Empatizar con los pacientes
Como Silvia, sigue con revisiones periódicas tras el alta, que incluyen analÃticas y pruebas de imagen. El linfoma ha desaparecido y, poco a poco, recupera su vida, la de cualquier chica de su edad, que le gusta disfrutar con sus amigos de la playa y la naturaleza.
Zaida considera que los profesionales sanitarios que la han tratado han sido de alguna forma su familia, a lo largo de estas idas y venidas de ingresos y altas: “Siempre han estado cercanos; me han dicho las cosas como son, pero manteniendo la esperanza. Tanto médicos, como enfermerÃa y personal auxiliar, todos han estado magnÃficos conmigoâ€.
Después de una experiencia asÃ, alguno podÃa quedar saturado de hospitales, pero a Zaida le ha reafirmado más en su vocación: “Aunque las prácticas me las podÃan convalidar [rÃe]. Espero que lo que he vivido me ayude a empatizar con el pacienteâ€.
Tras compartir lo que probablemente han sido los momentos más difÃciles de su vida, lanza un mensaje: “Nos quejamos mucho de nuestra sanidad, y seguro que hay cosas que mejorar, pero hay que valorar lo que tenemos, porque el tratamiento que he recibido yo, y no solo las CAR-T, sino todas las terapias y los cuidados, no podrÃa permitÃrselo cualquiera en otros paÃsesâ€.
'Diana', la revista de las Terapias Avanzadas
Silvia y Zaida protagonizan un relato sobre CAR-T, donde la desapasionada visión cientÃfica da paso a un testimonio que nos acerca más a esta terapia.
Diana
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Sonia Moreno
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