Se cumplen hoy cincuenta años de la muerte, en Roma, del médico, pintor, escritor y activista antifascista Carlo Levi.
Nacido en el seno de una familia judía acomodada de la burguesía turinesa, estudió medicina en la Universidad de Turín y trabajó cinco años como profesor ayudante en su alma mater, pero no llegó a ejercer la medicina y prefirió dedicarse profesionalmente a la pintura y el periodismo. Como pintor, formó parte del movimiento de los Seis Pintores de Turín, que consideraba la pintura como una expresión de libertad, en oposición formal y sustancial a la retórica del arte oficial, cada vez más sometido al conformismo del régimen fascista y al modernismo hipócrita del movimiento futurista.
En 1931 se unió al movimiento antifascista Justicia y Libertad de los hermanos Carlo y Nello Rosselli; y en 1935, tras su segunda detención por desafección al régimen, fue condenado a destierro o reclusión en los pueblecitos lucanos de Grassano y Aliano, donde descubre la miseria del sur y los estragos del paludismo. A través de su hermana Luisa, neuropsiquiatra infantil, se hace con un fonendoscopio, algunos tratados de medicina y un pequeño botiquín de medicamentos para ayudar a la población local, hasta que los dos médicos del pueblo consiguen que se le prohíba el ejercicio de la medicina.
Con motivo de la conquista de Etiopía, el régimen fascista le concedió el indulto en 1936 y Levi aprovechó la ocasión para exiliarse en París, donde prosiguió su actividad pictórica y política. De regreso a Italia en 1943, aprovechó los dos años que tuvo que permanecer escondido con vistas a evitar su deportación por los nazis para escribir la novela autobiográfica Cristo si è fermato a Eboli (Cristo se paró en Éboli), en la que denuncia las inhumanas condiciones de vida de la población campesina meridional, olvidada por las instituciones del Estado, a la que «ni siquiera la palabra de Cristo parece haber llegado nunca». Publicada en 1945, tras la restauración de la democracia en Italia, el éxito de la novela eclipsó todas sus demás facetas, incluida la de pintor.
En la posguerra, prosiguió su actividad como periodista (director del periódico romano L’Italia Libera y colaborador habitual del diario turinés La Stampa), activista político-social (senador de la República en dos legislaturas como independiente en las listas del Partido Comunista, fundador y primer presidente de la Federación Italiana de Trabajadores y Familias Emigrantes), pintor neorrealista con numerosas participaciones en la Bienal de Venecia, y escritor: L'orologio (1950), Le parole sono pietre (1955), Il futuro ha un cuore antico (1956), Tutto il miele è finito (1965) y, ya póstumo, el diario autobiográfico Quaderno a cancelli (1979), en el que expresa los pensamientos y miedos resultantes de la ceguera producida por un desprendimiento de retina. En su última obra, Levi aprende no solo a aceptar, sino a reconocer la enfermedad como una etapa vital privilegiada: «la historia del mundo está inscrita en la enfermedad, mucho mejor y más clara y profundamente grabada que en la historia de las ideas y de las instituciones». ‡
Off Fernando A. Navarro Off